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16º DOMINGO Ordinario -C-

20 de Julio de 2025

(Consulte el Archivo para ver reflexiones pasadas y futuras.)

 

 


Génesis 18:1-10; Salmo 15:2-5; Colosenses 1:24-28; Lucas 10:38-42


 

 

 

XVI

 

Domingo

 

 

 

(C)

 

 


 

1. -- P. Carlos Salas, OP <csalas@opsouth.org>

2. -- P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>

 

 

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1.
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P. Carlos Salas, OP <csalas@opsouth.org>

 

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2.

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 “PRIMERAS IMPRESIONES”

16 DOMINGO C

20 de Julio de 2025

Génesis 18:1-10; Salmo 15:2-5; Colosenses 1:24-28; Lucas 10:38-42

Por: Jude Siciliano , OP

 

Queridos predicadores:

 

En el mundo oriental de la época de Abraham, la hospitalidad era más que una costumbre social: era una obligación sagrada. Recibir al extranjero se consideraba una virtud religiosa, ya que los huéspedes solían ser considerados mensajeros o incluso manifestaciones de Dios. En las historias antiguas, las visitas divinas no eran raras. Para nuestros antepasados, la visita de un extraño podía tener un significado celestial.

 

Los cristianos conservamos vestigios de esta tradición. Los peregrinos y viajeros debían ser recibidos como enviados de Dios. San Benito instruyó a sus monjes a recibir a los huéspedes como a Cristo mismo: «Fui forastero, y me acogieron» (Mt 25,35). Todos debían ser recibidos como hermanos y hermanas en la fe.

 

Hoy, en un mundo desconfiado y acelerado, tal hospitalidad parece escasa. Por eso la historia de Abraham y Sara sigue siendo tan importante: para nuestros hermanos y hermanas judíos, nuestros antepasados en la fe, y para nosotros. ¿Será que el extraño aún trae luz, quizás incluso la presencia de Dios? Muchos recordamos un encuentro inesperado que nos brindó claridad, dirección o gracia. Cristo se hizo hombre y continúa hablando a través de los demás y en los momentos cotidianos de la vida.

 

La Carta a los Hebreos alude a la historia de Abraham cuando dice: «No descuidéis la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (13,2).

 

En la lectura de Génesis de hoy, Abraham recibe a tres desconocidos bajo el calor del día. Sale de su tienda, se acerca a ellos y les ofrece una generosa hospitalidad. No pidieron ayuda; Abraham tomó la iniciativa. Aquí hay una lección: estar alerta, mantener los ojos abiertos y ofrecer ayuda antes de que la pidan, incluso cuando eso implique salir de nuestra zona de confort. La hospitalidad de Abraham y Sara es generosa y alegre. Aún no saben que sus visitantes son mensajeros de Dios que traen la promesa de vida. Su bondad no espera recompensa.

[Uno de mis íconos favoritos representa esta escena: el “Ícono de la Trinidad” de Andrei Rublev, c. 1430. Vale la pena echarle un vistazo.]

 

En el Evangelio, Jesús no es un desconocido para Marta y María, sino un viajero necesitado. La conocida historia de su acogida muestra dos respuestas: Marta se lanza a brindar hospitalidad, mientras que María se sienta a los pies de Jesús para escuchar. La frustración de Marta con María es comprensible. ¿Acaso no reaccionaríamos muchos de nosotros de la misma manera?

 

Esta historia suele simplificarse demasiado, utilizándose para oponer la vida contemplativa a la activa. Pero necesitamos profundizar. Antes de criticar a Marta por estar demasiado ansiosa u ocupada, recordemos quién es ella en realidad.

 

Marta es discípula, iniciadora y mujer de una fe firme. Recibe a Jesús en su hogar. Expresa una fe profunda incluso en el dolor tras la muerte de su hermano (Jn 11,1-44). Sirve una cena en Betania poco antes de la pasión de Jesús (Jn 12,1-3). Y su confesión —«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios» (Jn 11,27)— es una de las más claras de todos los Evangelios.

 

Marta es sincera con Jesús. Es una persona con los pies en la tierra, práctica y fiel. Como muchos de nosotros, compagina sus responsabilidades con el esfuerzo de vivir su fe. Para todos los que llevamos una vida plena, Marta es un ejemplo poderoso de discipulado. Su historia nos recuerda que el servicio, arraigado en la fe, es sagrado. El hogar de Marta se convierte en un lugar sagrado donde Jesús es escuchado y cuidado. Es un ejemplo de lo que nuestras parroquias pueden ser: lugares de acogida, presencia y amor.

 

Marta nos invita a traer a Cristo a nuestra vida diaria. Nos muestra que el servicio y la contemplación no son opuestos, sino dos expresiones de amor. Su vida refleja una profunda confianza y una sólida relación con Cristo.

 

Que ella guíe nuestra oración hoy. Que nunca estemos tan ansiosos ni distraídos que pasemos por alto la voz serena del Señor que nos invita a descansar y confiar. Que tengamos la valentía de hablar con sinceridad a Cristo y depositar nuestra confianza en sus promesas. Y que reconozcamos a Cristo en las tareas cotidianas de la vida, dejando que tanto nuestro trabajo como nuestra oración fluyan de nuestro amor a Dios.

 

Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este domingo:

https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/072025.cfm

 


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