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XXVI DOMINGO ORDINARIO (C)

9/28/2025

(Consulte el Archivo para ver reflexiones pasadas y futuras.)

 

 


Amos  6: 1. 4-7; 1 Timoteo 6: 11-16; Lucas 16: 19-31


 

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Domingo

(C)

 

 

 

 

XXVI Domingo Ordinario (C)

9/28/2025

 

 


Amos  6: 1. 4-7; 1 Timoteo 6: 11-16; Lucas 16: 19-31


Sabemos que el Papa Francisco tiene muchos críticos en los Estados Unidos.  Su mensaje de compasión sorprende a muchos que se creen justos porque siguen la línea de la ley. Pero creo que  este papa está en la línea de los profetas y Jesús mismo, porque él insiste que el amor a Dios es uno con el amor al prójimo. Y este prójimo es él que sufre, que se siente abandonado, y los que escucha la condena de las autoridades por lo que son y lo que han hecho. El Papa también    dice que el Iglesia debe verse como un hospital de campaña luego de una batalla e intentar sanar las grandes heridas de la sociedad. 

 

El mensaje del Papa resuena con las lecturas hoy.  Lo que salta de estas lecturas es la obligación de los ricos hacia los pobres.  Empezamos con las amenazas del profeta Amós y terminamos con la parábola del rico y el pobre Lázaro.  Lo interesante en el Evangelio es que el rico, sin nombre, no había hecho nada en contra de Lázaro.  No le había robado ni golpeado.  No le había quitado un trabajo ni hablado mal de él.  En verdad, parece que simplemente no le había visto.

 

Tampoco el rico no está condenado por su riqueza.  No sabemos cómo este rico ganó su dinero, si fuera por medios legítimos o no.  Pero la condenación, y es una condenación dura, cae sobre él por su complacencia y ignorancia de la realidad de los pobres.  Dice San Lucas que Lázaro deseaba llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico.  Pero el rico ni se dio cuenta de la persona en su puerta. 

 

Sabemos que hay millones de pobres en la tierra.  Sabemos que hay millones de pobres en nuestro país, y sabemos que hay muchos pobres en nuestro cuidad.  Y seguro estamos movidos a ayudarles cuando es posible.  Pero tenemos que preguntarnos si como el rico en el Evangelio, a veces no los vemos.  O si cuando vemos a una persona sucia pidiendo limosna en una gasolinera, pensamos que debemos cerrar las ventanas del carro.  También si hay una persona sucia en la puerta de una tienda, es fácil tratar de esconderle de la vista de los niños.  Nos molesta cuando los pobres entran en nuestro espacio.

 

Pero vemos en las lecturas que nuestro Dios no está de acuerdo con que el mundo se divide en ricos y pobres.  Nos llama a vivir como hermanos, aceptando responsabilidad por los necesitados.   No podemos cerrar los ojos y pretender que todos tienen las mismas oportunidades en la vida.  No podemos cerrar nuestro corazón, contentándonos con rezar por los pobres.  No podemos vivir evitando contacto con los que no tienen lo que necesitan  en la vida.

 

Simplemente, a nuestro Dios le importa las relaciones humanas.  Los pobres hacen parte de nuestra sociedad, y nos quedamos con la obligación de mirarlos y llamarles por su nombre, hermano mío y hermana mía. Nos damos cuenta de que Jesús no condena al rico a causa de su riqueza.  Se quedó condenado debido a su egoísmo e insensibilidad a los pobres.  Es aún más serio porque Lázaro se encontró en su misma puerta.  Debemos pedirle a Dios a gracia de ser consciente de nuestros prójimos, especialmente los necesitados.   Es el mensaje del Evangelio.  Es el mensaje de Jesús.


Sr. Kathleen Maire  OSF <KathleenEMaire@gmail.com>


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