1. -- P. Carmen Mele OP <cmeleop@yahoo.com>

2. -- P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>

 

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VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO ORDINARIO

– 21 de Septiembre de 2025

Amós 8:4-7; Salmo 113; 1 Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13

 

Ningún evangelio muestra a Jesús tan preocupado por el dinero como el de san Lucas. Hace algunas semanas escuchamos la parábola del rico insensato, en la que Jesús advertía sobre la avaricia. Hoy, el Señor enseña a sus discípulos cómo usar correctamente el dinero. Y dentro de ocho días, en el mismo evangelio, veremos cómo reprende a los fariseos por su indiferencia hacia los pobres. Vale la pena, entonces, prestar mucha atención a sus palabras. Porque si “el amor al dinero es la raíz de todos los males”, como dice la Primera Carta a Timoteo, su influencia dañina no ha hecho más que crecer con el paso del tiempo.

 

Las personas tropiezan con el dinero cuando lo consideran el bien supremo. No es difícil entender por qué: con dinero se pueden alcanzar los grandes deseos del corazón no convertido —poder, placer y prestigio. La primera lectura lo ilustra bien. El profeta Amós denuncia a los ricos de su tiempo que “obligaban a los pobres a venderse por un par de sandalias”.

 

Estos valores idólatras de poder, placer y prestigio fácilmente nos apartan del agradecimiento, la alabanza y el amor que solo debemos a Dios. Hoy la acumulación de dinero se ha sumado a ese panteón de falsos ídolos. Basta ver los titulares recientes: el multimillonario Elon Musk recibió salario y acciones que podrían elevar su fortuna personal a un trillón (un millón de millones) de dólares. Es inimaginable qué podría hacer con semejante riqueza. Y no solo capta la atención de los lectores, sino que también atrae sus corazones.

 

Solo Dios es el bien supremo. Él nos creó y nos rescató del orgullo que nos hacía vernos como sus rivales. Nos envió a Cristo, su Hijo, que se humilló haciéndose hombre y muriendo en la cruz. Con ello nos libró del poder del maligno, para que podamos tener, como dice la lectura de hoy de la Carta a Timoteo, “una vida tranquila y en paz, entregada a Dios”.

 

En el evangelio, Jesús propone la parábola del administrador malo para ilustrar qué debemos hacer con el dinero. Es una parábola curiosa, porque parece que el amo alaba un mal acto, pero no es así. Lo que hace es reconocer la astucia del administrador, sin aprobar su deshonestidad. Es parecido a cuando decimos que hay que “darle al diablo lo que se merece”: no queremos presentarlo como modelo, sino simplemente reconocer su astucia. Así también el administrador es hábil en prepararse para el futuro, aunque lo haya hecho de manera injusta.

 

Jesús nos invita a sus discípulos a preparar nuestro futuro eterno usando bien el dinero. Cumplimos con este propósito cuando destinamos parte de nuestros recursos al servicio de los pobres. San Vicente de Paúl, cuya fiesta celebramos este sábado, enseñaba cómo la generosidad hacia los necesitados influye en nuestro destino eterno. En una conferencia a las Hijas de la Caridad les dijo: “Dios ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres; porque, cuando alguien tiene un afecto especial hacia una persona, extiende ese afecto a quienes muestran amistad o servicio hacia esa persona”.

 

Los pobres que confían en su bondad son verdaderamente amigos de Dios. En cambio, muchas veces es el dinero lo que nos impide vivir con esa misma confianza. Nos decimos que pagamos a los médicos para curar nuestras enfermedades, o que compramos seguros que nos alivian de riesgos. Pero si confiamos solo en eso, nos estamos engañando. Al final, es Dios quien nos libra de las dificultades y quien nos salva de la perdición.

 

P. Carmen Mele OP <cmeleop@yahoo.com>

 

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2.

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"PRIMERAS IMPRESIONES"

DOMINGO 25 -C-

21 de Septiembre de 2025

Amós 8:4-7; Salmo 113; 1 Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13

Por: Jude Siciliano, OP

 

Queridos predicadores:

 

Ninguna parábola es fácil de leer. A primera vista, algunas parecen bastante sencillas, pero luego su significado se nos va impregnando poco a poco. A veces, con una repentina consciencia, nos damos cuenta de que debemos reevaluar nuestras vidas. La parábola de hoy trae complicaciones adicionales tanto para el predicador como para quienes la escucharán este domingo. Las dificultades aparecen rápidamente. ¿En qué consistió exactamente el "despilfarro" del mayordomo de los bienes de su amo? ¿Por qué el hombre rico lo elogiaría por acciones que parecen deshonestas y egoístas? ¿Acaso la parábola realmente sugiere que imitemos a un hombre conspirador que solo actúa para salvar el pellejo?

 

El evangelio de hoy consta de dos partes: la parábola misma (vv. 1-8a) y los dichos que siguen (vv. 8b-13), ambas entrelazadas por el tema del dinero. Para mantener el enfoque claro, sugiero predicar solo sobre una parte, no sobre ambas. La otra parte se puede esperar hasta que se repita en el Leccionario.

 

La parábola es el tema principal, así que centrémonos en ella. El mayordomo ha sido descubierto. Desconocemos su delito exacto, pero se le acusa de malgastar los bienes de su amo. Está en apuros y debe actuar con rapidez y  decisión. Y lo hace: reduce las deudas con su amo. Pero ¿no es eso también deshonesto? ¿Cómo se le puede elogiar por ello? Este pasaje del Evangelio ha sido durante mucho tiempo un desafío para los lectores e intérpretes de las

Escrituras.

 

Una posibilidad es que el mayordomo hubiera estado cobrando intereses excesivos con la esperanza de obtener un beneficio personal. Al reducir las deudas, podría haber estado eliminando su propia ganancia deshonesta. Dado que la usura estaba prohibida por la ley judía, de hecho, estaría volviendo a la práctica correcta como judío observante. O tal vez simplemente estaba renunciando a su legítima comisión. En cualquier caso, su acción parece astuta.

 

Eso podría explicar por qué los siguientes dichos (vv. 8b-13) se vincularon con la parábola. El primero es particularmente apropiado: «Porque los hijos de este mundo son más prudentes al tratar con su propia generación que los hijos de la luz». El mayordomo actuó con decisión en un momento de crisis, y eso es lo que le valió elogios.

 

Jesús podría estar señalando otra urgencia para sus seguidores.

 

Mientras continúa hacia Jerusalén, donde sufrirá y morirá, ¿qué harán en esa crisis? ¿Seguirán siendo "hijos de la luz", con la sabiduría de seguir eligiendo a Jesús y su camino? ¿O se convertirán en "hijos del mundo", optando por la solución rápida y la salida fácil? La misma pregunta se nos plantea a nosotros. ¿Qué haremos cuando lleguen las crisis, como ya han llegado y seguramente volverán? Esperamos ser administradores prudentes, evaluando la situación y volviéndose una vez más hacia la luz. Esto es algo por lo que orar en esta Eucaristía: una oración de gratitud por los momentos en que Dios nos guió bien y una oración de esperanza para que Dios nos guíe la próxima vez. "Ayúdanos a actuar con prudencia, oh Dios".

 

La parábola también nos invita a examinar nuestro uso de las posesiones materiales. Uno de los temas centrales de Lucas es la desconfianza de Jesús hacia la riqueza. Las cosas materiales pueden atraparnos y distraernos de lo que realmente importa.

 

Hemos visto familias divididas por herencias; matrimonios arruinados por la obsesión con los negocios; guerras por tierras y recursos; vidas destruidas por la búsqueda incesante del beneficio económico.

 

Y, sin embargo, Jesús dice que podemos "hacernos amigos de las riquezas deshonestas". En el Evangelio de Lucas, algunos ricos usan sus posesiones sabiamente al servicio de Dios. La mujer que ungió a Jesús con ungüento costoso (7:36ss) y Zaqueo, que dio la mitad de sus bienes a los pobres (19:18), son ejemplos de "hijos de

la luz" que usan los recursos con fidelidad.

 

Muchas personas, tanto entonces como ahora, han aprendido a usar sus posesiones para servir a Dios. Movidas por enseñanzas como el Evangelio de hoy, actúan con rapidez y decisión cuando surge la necesidad. No todos lo dan todo, aunque algunos sí, pero se niegan a dejar que "Mammón" gobierne sus vidas. Por ejemplo: 

líderes empresariales que financian la formación de desempleados para que puedan mantener a sus familias; voluntarios que ayudan a personas mayores a administrar sus finanzas para la atención médica; abogados que atienden casos de pobres sin cobrar; maestros que se quedan después de clase para ayudar a estudiantes con dificultades. Estas son personas que reconocen los recursos como dones que deben usarse bajo la guía de la luz de

Jesús.

 

Si dedicamos demasiado tiempo a desentrañar los detalles culturales de esta parábola, corremos el riesgo de perder su fuerza.

 

Jesús nos insta a hablar de nuestras lealtades fundamentales.

 

¿Quién o qué es lo primero en nuestras vidas? Si, tras una reflexión honesta, nos vemos viviendo más como "hijos de este mundo" que como "hijos de la luz", entonces la parábola se convierte en un

llamado urgente a enmendar las cosas, y a hacerlo pronto. Dicho claramente: los asuntos de Dios, y solo los de Dios, deben ser lo primero.

 

El profeta Amós refuerza este mensaje. Condena a quienes se lucran a costa de los pobres. Como ciudadanos del mundo desarrollado, a menudo disfrutamos de comodidades que son posibles gracias a los bajos salarios y las prácticas injustas en el extranjero. Nuestra ropa barata, por ejemplo, puede producirse en talleres clandestinos. Tanto Amós como Lucas nos recuerdan que Dios está del lado de los pobres. Jesús incluso califica la riqueza

misma de "deshonesta", cuestionando cómo la obtenemos y a qué precio para los demás.

 

La verdad es que lo que poseemos no es enteramente nuestro; nos ha sido confiado. Somos responsables de usar los bienes de esta tierra, e incluso el fruto de nuestro trabajo, de maneras que beneficien a la comunidad en general: nuestras familias, parroquias, nación y el mundo. La parábola debería inquietarnos si dedicamos la mayor parte de nuestra energía a asegurar nuestro propio futuro material en lugar de buscar lo que le importa a Dios.

 

Así pues, las preguntas persisten: ¿Qué podemos hacer para mejorar el mundo? ¿Cómo podemos ayudar a los pobres? ¿A quién debemos mostrar perdón y compasión? ¿Cómo podemos profundizar nuestras relaciones? En resumen: ¿cómo viviremos como hijos de la luz en un mundo que mide el valor por la riqueza,

el poder y la influencia?

 

Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este domingo.

https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/092825.cfm  
 

P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>