
Homilías Dominicales

Queridos lectores:
De vez en cuando escuchamos una interpretación radical de Jesús. Se dice, por
ejemplo, que Jesús era homosexual o que era casado. No importa que no haya casi
ninguna comprueba para estos reclamos en el evangelio. Se hacen para ganar a
seguidores a una causa u otra. Una tal interpretación de Jesús dice que él era
comunista. Pero en este caso hay más evidencia evangélica. Particularmente el
Evangelio según San Lucas retrata a Jesús favoreciendo a los pobres y criticando
a los ricos. Es el caso con el evangelio del próximo domingo. Sin embargo, en
mi parecer las bienaventuranzas en Lucas le a Jesús comunista sino protagonista
de la Ley de Dios que mande a los ricos a cuidar y no explotar a los pobres.
Esto es la deriva de esta homilía de modelo. Espero que les mueva a pensar en
su propia interpretación de Jesús como defensor de los pobres. cm
EL SEXTO DOMINGO ORDINARIO, 17 de febrero de 2019
(Jeremías 17:5-8; I Corintios 15:12.16-20; Lucas 6:17.20-26)
¿Era Jesús comunista? La pregunta puede parecer tonta. Sin embargo, muchas
personas han pensado en Jesús así. En el evangelio hoy Jesús dice: “Dichosos
ustedes los pobre…” y “Ay de ustedes, los ricos,…” Estas frases suenan
parecidas a la predicción del fundador del comunismo, Karl Marx. Él escribió de
una gran revolución que iba a volcar el orden reinante. En su parecer los
trabajadores tomarían control de las fuentes de la producción de los
capitalistas. Entonces compartirían los beneficios de su labor a todos según la
necesidad de cada uno. La visión de Marx corresponde con el reporte en los
Hechos de los Apóstoles de la primera comunidad cristiana. Según este informe,
todos los bienes fueron repartidos “según las necesidades de cada uno”.
Sin embargo, el gran espíritu de compartir en de los Hechos no duró mucho
tiempo. En el pasaje que sigue una pareja trató de engañar a los apóstoles por
guardar parte de su dinero para sí misma. También San Pablo escribe de la
desigualdad entre los corintios. Regaña a la comunidad por permitir que algunos
pasen hambre. Hoy en día atestiguamos una situación curiosa. Son los ricos que
muy seguido practican la fe mientras los pobres en muchos casos la han dejado.
En muchas partes es la gente con recursos que asiste en la misa, que se casa
antes de tener a hijos, y que no divorcia. Entretanto los pobres por gran parte
han abandonado estas morales básicas.
En la segunda lectura Pablo menciona otro criterio para contarse como
cristiano. Dice que aquellas personas que no creen en la resurrección de la
muerte son “los más infelices”. Ellos malentienden el propósito de Cristo.
Piensan que Cristo llegó para transmitir valores que les ayudaran en la tierra.
Pero no era así. Cristo vino para formar una comunidad del amor entre todos –
ricos y pobres, mujeres y hombres, judíos y no judíos. Esta comunidad conocerá
el Reino aquí en la tierra por un tiempo y en la vida eterna para siempre.
En la primera lectura Jeremías revela el verdadero contraste en los ojos de
Dios. No es entre ricos y los pobres sino entre aquellos que confían en los
hombres y aquellos que ponen su esperanza en Dios. Las personas que tienen
confianza en Dios siguen sus mandamientos. Cuidan a los pobres; no engañan a
nadie; y dan al Señor la gloria. Sean latifundistas con muchos medios o sean
campesinos con pocos quedarán como robles altos y robustos. Es el contrario con
los que confían en los hombres. Ellos siempre hacen tramas para aumentar su
riqueza. No se preocupan por los necesitados sino por modos de gastar su dinero
en placeres y comodidades.
Ahora podemos ver la intención de Jesús dando estas bienaventuranzas y
maldiciones. No quiere elogiar a los pobres porque son pobres sino por mantener
a Dios como su rey. Jesús los aprueba porque han venido a escucharlo explicar la
voluntad de Dios. De manera semejante Jesús no reprocha a los ricos por tener
dinero. Más bien los critica porque no ayudan a los necesitados con su
fortuna. A través del evangelio Jesús muestra la bondad con los ricos
generosos. Acepta en su compañía a las mujeres que lo apoyan con sus recursos.
Visita la casa de Zaqueo que promete dar la mitad de sus bienes a los pobres.
Hace muchos años se decía este cuento como visión del infierno y el cielo. En
el infierno los malditos tienen gigantes tenedores atados a sus brazos.
Tratando como quisieran, nadie puede alimentarse a sí mismo. Pues no pueden
doblar el brazo de modo que el tenedor llegue a su boca. En el cielo los
benditos también tienen tenedores atados a sus brazos. Sin embargo, todos son
bien alimentados. Pues en lugar de tratar de alimentar a sí mismos, les dan a
comer a uno y otro. Así Jesús describe el Reino de Dios: una comunidad del amor
entre todos – ricos y pobres, mujeres y hombres, judíos y no judíos.
"Carmen Mele, OP" <cmeleop@yahoo.com>
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